martes, 28 de enero de 2014

Iglesias y conventos del Madrid antiguo (IV)

Una elipse celeste

Fachada de la Iglesia de
San Antonio de los Alemanes
San Antonio de los Alemanes 
(Corredera Baja de San Pablo, 16)

En 1606, Felipe III ordenó construir el Hospital de Portugueses en un solar triangular. Uno de los ángulos se reservó para construir en él su propia iglesia. Hasta 1624, reinando ya Felipe IV, no se comenzaron las demoradas obras. El arquitecto Pedro Sánchez, jesuita, eligió la planta elipsoidal, siguiendo la moda romana de Bernini y Borromini. El templo, obra maestra del barroco español, se alzó en honor de san Antonio de Padua, franciscano portugués fallecido en tierra italiana. Y, por pertenecer al Hospital de Portugueses, recibió el nombre de San Antonio de los Portugueses.
La construcción más la pintura total de paredes y bóveda al fresco sobrepasaron el año 1660. Hacia 1631 Manuel Pereira talló la imagen de san Antonio para el altar mayor. Los angelitos que la rodean son muy posteriores, obra del escultor Miguel Fernández, autor de los niños que se sientan en la cornisa de la Puerta de Alcalá. También de Pereira es la estatua en piedra de la fachada.
Las pinturas de los altares laterales son, unas, de Eugenio Cajés: santa Engracia, mártir zaragozana, y santa Isabel reina portuguesa; otras, de Lucas Jordán: el Calvario y la Soledad; y de otros pintores: la Virgen niña con sus padres, la Trinidad y san Carlos Borromeo con los pobres. Delante de estas pinturas hay tallas policromadas de valor: la Inmaculada, san José, san Rafael, etc. Sobre el arco de cada altar, en pequeños óvalos entre guirnaldas, aparecen los retratos de reinas y reyes de la época de la construcción.
La pinturas de las paredes tienen tres grados de altura: abajo, enormes y bien barbados, reyes o príncipes europeos: san Fernando y san Hermenegildo de España, san Luis de Francia, san Esteban de Hungría, san Enrique de Austria, etc; y a ambos lados del altar mayor, dos Virtudes. Sobre ellos, escenas sobre la vida de san Antonio sostenidas por matronas y ángeles; como ejemplo, la curación de la pierna seca de un muchacho que, por dar una patada a su madre, se le había quedado la pierna paralizada. Y, en lo más alto, ángeles y más ángeles.
La maravillosa bóveda es obra de dos grandes pintores: Francisco de Ricci que realizó las arquitecturas fingidas del primer anillo y Juan Carreño de Miranda que plasmó, en lo más alto, la apoteosis de san Antonio, quien, entre nubes y ángeles, es recibido por la Virgen María. Entre cada dos columnas salomónicas de Ricci coronadas por un frontón acaracolado, figura un santo portugués: Juliana, Gabina, Alicia, Dámaso, Gustavo, Amadeo, Gonzalo… Grandes ventanales acristalados iluminan la bóveda.
Tras la independencia de Portugal, en 1668, la reina madre Mariana de Austria ordenó que hospital e iglesia pasaran a denominarse San Antonio de los Alemanes. Anomalía que extrañamente aún persiste.
En 1701, por orden de Felipe V, hospital e iglesia pasaron a depender de la Hermandad del Refugio. Hermandad caritativa conocida popularmente como La ronda del pan y del huevo. Todos los atardeceres, hiciera frío o lloviera, salía del hospital una comitiva formada por un capellán, dos hermanos y varios criados con cestas, en busca de mendigos y vagabundos para entregarles, a cada uno de ellos, agua, pan y un huevo cocido. El huevo debía ser de buen tamaño. Se conserva la tablilla con un agujero por el que se medía el grosor del huevo y el dicho: “Si pasa, no pasa”.
 Hoy, en el antiguo hospital sigue teniendo su sede la Hermandad, en donde reparte comida a los menesterosos, aunque la mayor parte del edificio lo ocupa el  colegio bilingüe “Inmaculada Concepción”.
Todos los reyes de España han pertenecido a la Santa, Pontificia y Real Hermandad del Refugio de Madrid. Don Juan Carlos y Doña Sofía firmaron su ingreso en 1990.
Misas dominicales: a las 11 y 12 horas. Como no es parroquia, suele cerrar los meses de verano.

Plaza de Tirso de Molina 

Los mercedarios 
Antiguo Convento e Iglesia de la Merced
en la Plaza de Tirso de Molina
La fundación de los mercedarios tiene unas originalísimas circunstancias: Su fundador, Pedro Nolasco, no pertenecía al clero: era un rico mercader que, en sus correrías comerciales por tierras sarracenas, comprobó la angustiosa situación en la que vivían los cristianos cautivos. Su congregación fue laical: los primeros mercedarios no fueron sacerdotes.
A los tres votos monásticos de castidad, pobreza y obediencia, añadieron un cuarto voto heroico: quedarse en rehén por un cristiano cautivo con peligro de convertirse al Islam. Fueron numerosos los casos en los que, al no llegar a tiempo el rescate, el mercedario fue asesinado. Por ello, sus muchos mártires.
Protegidos por el rey de Aragón Jaime el Conquistador, llevaron todos sobre el pecho el escudo de los cuatro palos amarillos sobre fondo rojo, lo que les abrió  fronteras y lugares. Posteriormente se completó el escudo con una cruz blanca y la corona real.
En Madrid hubo mercedarios desde 1564. En su primer convento vivió Tirso de Molina. La desastrosa desamortización de Mendizábal lo subastó. Lo adquirió un terrateniente que utilizó las venerables piedras de iglesia y monasterio en enlosar el camino que iba de Madrid a su finca. El solar recibió -¡qué ironía!- el nombre de plaza del Progreso. Hoy lo conocemos como plaza de Tirso de Molina. La plaza de Santa Bárbara recuerda al segundo convento mercedario desamortizado.
También los mercedarios tuvieron su rama femenina. Fue su fundadora santa María de Cervellón. Las religiosas no iban a tierras de moros. Su finalidad era respaldar espiritualmente las correrías y rescates de los mercedarios.

Dos monasterios femeninos de la Orden de la Merced

Mercedarias de don Juan de Alarcón
(Calles Valverde-Puebla)

Convento de Don Juan de Alarcón,
Calle de la Puebla
En una placa junto a la puerta conventual se lee: “Doña María de Murande con ayuda de su confesor don Juan Pacheco de Alarcón fundó este convento”.
El enorme edificio se ha convertido en colegio bilingüe. La iglesia es de una sola nave de cruz latina con cúpula. Tras el altar mayor, una extensa pintura de la Inmaculada rodeada de ángeles y nubes. A ambos lados, las tallas de los santos fundadores, Pedro Nolasco y María de Carvellón. En ambos brazos de la cruz, dos altares barrocos. En el de la derecha, Nuestra Señora de la Merced ofreciendo su escapulario; en el de la izquierda, el sarcófago que guarda el cuerpo incorrupto de la beata Mariana de Jesús, copatrona de Madrid, y sobre él, la imagen de la beata. En otros altares laterales, tallas de santos mercedarios, algunos de ellos con la palma del martirio. Llaman notablemente la atención los repetidos escudos de la Orden.
El coro alto y su media luna de sillería nos descubren el gran número de religiosas que llegó a tener el convento. Hoy son treinta y seis, de mucha edad en su mayoría.  
La puerta de la iglesia, tras una imponente rejería, sólo se abre a los fieles a las 9.30, para la misa dominical.  Los miércoles, hay dos pases, a las 11 y a las 12 horas, para una visita guiada.

Las Góngoras. Mercedarias descalzas.

(Calle Luis de Góngora, 5 y 7)
Iglesia del convento de Las Góngoras
El primer patrono de este convento, por insinuación real, fue don Juan Felipe Jiménez de Góngora, miembro del Consejo de Castilla, de ahí su nombre popular de Las Góngoras. Las obras comenzaron hacia 1660. La construcción de la iglesia se demoró grandemente. Tanto que la decoración y sus retablos son ya de mediados del siglo XVIII. Es un templo de una sola nave, cruz latina y cúpula, todo él adornado con llamativos canecillos.
En el altar mayor, una Inmaculada tallada por el autor de la Fuente de Neptuno, Juan Pascual de Mena, autor también de las imágenes de santa María de Cervellón y de la beata Mariana de Jesús, situadas a ambos lados del altar. En una hornacina, a la derecha, se venera a la Virgen de la Merced. Pueden contemplarse otras magníficas obras  de los talleres madrileños: el Cristo de la Buena Muerte y el grandioso retablo de la Soledad. Resulta llamativo el gran cuadro de santa Catalina de Siena y san Pedro Mártir de Verona, ambos dominicos, obra del granadino Petro Atanasio Bocanegra. También hoy este convento es un colegio.
  
Aurelio F. Labajo
Filosofía y Letras

 
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